Congelada

Bajar la mirada, tres por favores y volver a observar la realidad. Una y otra vez. Pero nunca pasaba nada. Mia insistía pero no había instantes reveladores. La noche era fría y los instantes eran cálidos. Llego a casa y se metió en la cama. Calor, por fin. Además, los sueños eran el refugio de Mia. 

Se consideraba fan de dejar de aguantar y dedicarse a soñar. Tenía la teoria de que si lo pensabas no pasaba, pero no lo podía evitar y además, era la forma más rápida de dormirse. Daba igual que no pasarán en la realidad, sucedían en su realidad. 

Cuantas veces había cambiado, ilustrado, decorado y puesto banda sonora a los acontecimientos que le parecían sosos e irrelevantes en esa realidad del día a día. Eran perfectos porque la  daban la ocasión de pasar los límites sin remordimientos. Sin conciencia. ¡Menos mal! La conciencia es una cotilla que se mete donde no la llaman. 

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