Sin culpables en el frente

Mia no paraba de pensar en el porqué de todo. Por qué tenia frió aunque estaba al sol, por qué sentía miedo aunque todo era seguro, por qué padecía melancolía aunque era suficientemente feliz después de meses, por qué mantenía un escudo frente a todos aunque todos la habían demostrado su disponibilidad. Y no sabía responderse a nada. No sabía los porqués y eso la estaba matando internamente. Así no había modo de seguir.

Pero lo que más la dolía era no saber porqué quería y a la vez no quería, por qué en su cabeza todo era idílico y en la realidad todo era tan soso. Al principio pensaba que era por ella, porque no había superado los tropiezos (por llamarlo de alguna manera) o por la ocasional (y sin previo aviso) presencia de seres que la obligaban a bloquearse frente a lo que sentía. Igual ¿había vuelto a crear esa tara que la había provocado tantos quebraderos de cabeza? ¿había vuelto a los inicios? Entonces, ¿las cosas no habían cambiado?.

A pesar de todo y después de varios minutos de reflexión llegaba a una conclusión: "no es tu culpa ni tampoco la mía. Es culpa de mi corazón y de las galletas de chocolate".

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