Una, dos y tres.

Un momento, dos palabras claves y tres silabas.
Las apariencias engañan, no es tan complicado. Tan sólo son tres palabras. Esas tres malditas palabras que Mia no logra borrar de su mente. Que quería pronunciar pero no puede. Esas que surgen en el momento menos apropiado, en el lugar inadecuado y sobre todo, con la persona menos indicada. Si, menos indicada. Esa persona con quien Mia sabía que encajaba, era "lo más coherente", "lo que necesitas", pero también lo que en realidad sabes que no quieres. Tenía los dardos listos pero no la diana."Es lo que debo hacer, lo que todo el mundo espera". ¿Y qué importa lo que el mundo espere? Mia no estaba dispuesta a hacerlo. Para nada. Antes esas tres palabras cogerían polvos en un cajón de objetos pendientes (y no perdidos).
Mia tenía claro que no iban a desaparecer tan rápidamente, estaban cuando desayunaba, se duchaba, comía galletas (sobre todo, en ese momento), cuando el Ipod salvaba un día terriblemente melancólico, estaban... SIEMPRE.

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