¿Yo me mudaría de universo por ti?

Mia estaba equivocada y no se daba cuenta. Obsesionada por decidirse por una de las dos opciones no se había fijado en que, en realidad, ya había elegido. Lo había hecho hacía varias horas, días, semanas e incluso meses.

Nos pasamos la vida eligiendo opciones. Desde que nos levantamos y decidimos si es mejor dormir cinco minutos más o directamente irnos a la ducha, hasta esos minutos previos antes de acostarnos. Aunque en cuanto Mia se mete en la cama no decide mucho. Son su cabeza o su nudo en el estómago los que decide si debe dormir y soñar o es mejor que de vueltas y vueltas en la cama hasta que el cansancio del ajetreo la adormezca. 

Todo lo que echaba de menos el universo paralelo la estaba demostrando la decisión que inconscientemente había tomado. Lo que pasaba es que a veces se le olvidaba y lo inundaba "... con hielos y alcohol". 
Al día siguiente siempre estaba más de cinco minutos tumbada en la bañera, oyendo y mirando fijamente como el agua le cubría a ella.

Cuando se le encendía la bombilla y notaba que la decisión parecía estar tomada, Mia no confiaba en ella. Sentía que no lo había decidido. Eso la hacía dudar de si era lo correcto y la devolvía a aquellas épocas donde las señales eran claves para dar un paso adelante. A aquellos momentos en los que si todo coincidía podía continuar. El problema es que con el tiempo se había vuelto algo escéptica. 

Ella era muy práctica. La teoría no le gustaba y pocas veces le servía. Es decir, todo lo que pensaba, creía, intuía o de lo que estaba totalmente convencida tenía que tener demostración práctica. O ser comprobable. Eso la faltaba ahora.

Era escéptica (con toda la razón... por lo menos para ella): "No todos caminos llevan a Roma", decía.

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