Sshh! tu sólo entra

Embriagada de misterio, Mia entró en ese lugar tan transitado pero nunca conocido. La puerta estaba cerrada pero consiguió encontrar un agujero que la permitió pasar. Amplitud, vacio pero con multitud de restos que ocupaban ese lugar enigmático. Antes de entrar, había supuesto su espacio, su aspecto pero lo que se encontró no tenía nada que ver. Mia miraba las habitaciones desde lejos como temerosa de que alguien saliera y la pillará allí 
- shhh! tu sólo entra, le dijo el precursor de la idea. - No estoy muy segura. - No va a pasar nada. ¿no tienes la sensación de que...? - Es acogedor. Soltó Mia.  -Exacto
Si, se sentía confiada en ese instante pero no quería estropear el momento entrando impulsivamente y tirando por tierra la sensación principal. El lugar seguía siendo un misterio pero desde hacía días Mia cuidaba cada uno de sus pasos. 
A pesar de ello, estiró algo más la cabeza y observó esa parte de la casa: pequeña, con una ventana llena de polvo y un armario de madera con dibujos. Mia no dijo nada pero su cara se ilumino (incluso se puso roja).
 Continuaron el recorrido poniendo en cada lugar pizcas de su imaginación. Habitaciones sin muebles que parecían lugares perfectos para cualquier cosa, pasillos estrechos que llevaban a solares extensos donde se imaginaban descansando, leyendo un libro o hablando de lo divino, lo surrealista y lo más simple. El tiempo se les paso tan rápido que no se dieron cuenta de que fuera empezaba a anochecer.  - Vamonos Mia, pero sigo prometiendo que algún día estaremos aquí para siempre. 

Mia lo había demostrado y se sentía liberada. Mismo punto, misma sensación, nada de ... nada

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