Cafeina

(Tres cafés, dos horas más tarde y una única cosa en la que pensar).

Mia se sentó en el sofá a ver la televisión. Hacía días que no la ponía y a pesar de la gran cantidad de programación que había, nada fue lo suficientemente bueno como para que pusiera toda su atención. Así que la apagó pero no se fue del salón. Cerró los ojos y respiró lentamente. Notó como sus manos temblaban y su nerviosismo aumentaba, por lo que volvió a respirar. Esta bocanada de aire le pareció enorme y noto una presión en su pecho. Si, se había tomado tres cafés pero sabia que sólo le afectaban en un 50%  (o incluso menos), el otro 50 no era tan misterioso como pensaba pero si bastante aterrador. Pensó que podía ir a la cocina a por algo de comer (eso solía tranquilizarla) pero no se movió lo más mínimo, ni abrió los ojos. El reflejo en la televisión siempre la había parecido algo siniestro. Como si esa imagen representará algo demasiado real del ser humano (aunque todo lo que sale en ella sea bastante irreal). No sabía pero desde siempre había evitado mirarlo fijamente. 

Decidió concentrarse y escribio mentalmente dos columnas: una positiva y otra negativa. Hacía tiempo que no conseguía rellenar tan bien la columna positiva y en cambio, la negativa ilustraba cosas obvias y en concreto, un punto que debía se analizado rigurosamente. Su respiración parecía mantenerse sin problemas, aunque a veces era difícil estabilizarla. Sobre todo cuando leía ese punto o pensaba en las columnas por separado. El reloj dio las doce de la noche y Mia ni se inmutó ya que tan sólo estaba físicamente en el salón. 

Mia se había ido, el gato ronroneaba a lo lejos, ella suspiraba profundamente y la caja de galletas seguía intacta en el armario de la cocina. 

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