Un trago de agua

Mia no era arquitecta pero sabía que si dos muros no son estables la construcción entera de la casa tambalea. No importa como esté decorado, ni lo grande que sea la casa, lo importante es evitar que una ráfaga de viento lo destruya todo. 
Las previsiones del tiempo no eran del todo malas, pero cerca había huracanes y algún que otro pequeño derrumbe. Parecían acercarse sin remedio. Mia había buscado (y rebuscado) para encontrar remedios y ahora ya notaba el viento. Había decidido parar, era lo más lógico, que pasará la ventisca mientras ella revisaba los planos y construía nuevos muros más fuertes. 
No había desistido, sólo era una pausa, un trago de agua y a comenzar de nuevo.

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