Blandita

Mia seguía teniendo la costumbre de comprobar cuanto tiempo hacia falta para que una galleta se reblandeciera tanto como para quedarse dentro de la leche con nesquik. Podía pasarse minutos mirando la taza de lunares. En uno de esos instantes, su móvil empezó a sonar y su corazón casi se paró. Era Carla. 
-¡Buenos días! 
-¿Cómo es que me llamas tan pronto?
- ¿Dime que no llevas más de 5 minutos mirando la taza del desayuno? 
- ¿Y sabes qué es lo peor de todo? Ahora tengo más claro que así todo tiene sentido.
- Pues yo he llegado a la conclusión de que nos merecemos algo más: las tazas son bonitas, las galletas siempre están deliciosas pero ya basta. Necesitamos dos ojos más para darle razón de ser

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