Tiempo después

La luz se fue pero Mia no le dio más importancia. Incluso paso un buen rato hasta que volvió a subir los plomos. Se quedó observando la oscuridad de su inmensa habitación; siempre había sido blanca y ahora era tan negra. 
Su mente recordó esa frase que la daba escalofríos "Deja que me quede un rato". Y a la vez que se acordaba de ella, recordaba las pocas veces que la dijo en voz alta cuando tuvo que decirla.
De repente, las palabras del pasado le sonaban a blabladeria (si, se acababa de inventar una palabra). Tuvo tanto miedo del silencio que lo convirtió en el enemigo. Había sido adicta a las palabras y su antídoto siempre fue cerrar la boca y mirar al que estaba enfrente. 
"¡Sshh!" se dijo a si misma, de alguna manera sabía que el efecto de esa frase iba seguido de la comodidad del silencio.

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